Nuestro país es reconocido a nivel
internacional como un actor importante en el escenario energético global. No es
el principal productor de petróleo o gas del mundo, pero cuenta con recursos
para abastecer su mercado nacional de energéticos y exportar hidrocarburos.
Donde sí tiene un potencial capaz de competir con los principales mercados
globales, es en la producción de energía con fuentes renovables. De acuerdo a un
estudio realizado en 2011 por Pricewaterhouse Coopers (PwC), la energía eólica
tiene un potencial de entre 9.2 y 20.3 GW de capacidad al 2020, a precios
competitivos comparados con centrales de ciclo combinado, mientras que la
energía fotovoltaica podría alcanzar un potencial de 6 GW al 2020.
Una compleja dependencia entre
seguridad energética, temas presupuestales (uno de cada tres pesos provienen de
las ventas de PEMEX) y ambientales (el sector energía aporta la mayoría de las
emisiones de gases de efecto invernadero en el país) obligan a revisar con
detalle y profundidad la estructura del sector energético, considerando un
balance entre estos tres grandes temas. El debate sobre la reforma energética
(reformas constitucionales y leyes secundarias) ofrece una excelente
oportunidad para ello, a la luz de los cambios tecnológicos que permiten la
modernización y mayor eficiencia en el uso de fuentes alternativas a las
fósiles. Hoy se tienen las condiciones políticas necesarias para hacer los
ajustes legales y normativos necesarios en esta reestructuración del sector, en
el futuro próximo difícilmente tendremos las mismas condiciones.
De los temas mencionados, la
sustentabilidad ambiental en el sector energético es uno de los menos abordados
por las y los actores en la discusión energética; repensar el futuro energético
del país de cara al cambio climático es una tarea que no se debe postergar. De
acuerdo a la Quinta Comunicación Nacional sobre Cambio Climático a la
Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (elaborada por el
INECC), en el 2010 el sector aportó el 67.3% del total de las emisiones de
gases que generan el calentamiento global, una cifra que está en línea con la
ruta del incremento de arriba de los 4°C para el 2100.
En una escala menor, existen más resultados
de la quema de combustibles fósiles sumamente preocupantes, como los efectos
inmediatos en la salud a raíz de la producción de monóxido de carbono, óxidos
de nitrógeno, hidrocarburos crudos, las partículas de hollín y el ozono. Este
coctel de contaminantes, que respiramos diariamente, ocasiona –incluso- más
muertes que los accidentes viales.
Considerando el componente ambiental,
la pregunta obligada es, ¿se puede producir energía y reducir considerablemente
el impacto ambiental?
Para
responder, conviene revisar los casos exitosos de generación de energía
eléctrica con fuentes no fósiles. Países como Alemania, Dinamarca, España y el
Reino Unido ahora dependen menos del petróleo, y cada vez más del viento y sol
en la generación de electricidad, promoviendo con ello beneficios económicos y
de salud para sus poblaciones. Estos países han desarrollado una industria
basada en energías renovables que cada día produce un porcentaje mayor del
consumo eléctrico, llegando al punto de que, en algunos días con clima
favorable, el 60% de la generación de energía en Alemania y España ha provenido
de fuentes renovables. Casos similares han sucedido en los Estados Unidos, en
donde –aún frente a los fuertes intereses de grandes petroleras- la penetración
de las energías renovables ha alcanzado niveles récord en estados como Texas,
Nuevo México, Arizona y California.
Desde la
perspectiva de México como consumidor de petróleo (la discusión de México como
exportador es otro tema para discutir a fondo), y dado el alto costo para las
generaciones futuras, el país está en el momento oportuno para cambiar el
paradigma en la producción energética y reducir notablemente la dependencia
fósil para tal fin. Se requieren decisiones de Estado que permitan aprovechar
las ventajas costo-competitivas del gran potencial existente en las fuentes
eólicas, solares y otras en el país. Es importante que cada proyecto se realice
con criterios sociales que reduzcan posibles impactos negativos a las
comunidades y garanticen la sustentabilidad ambiental.
La reforma
energética debe contener las previsiones necesarias para que el país transite
de manera decidida sobre esta vía, clarificando, los roles y las obligaciones
de quienes tienen responsabilidades en la administración de la energía de
nuestro país. El Estado Mexicano
debe proveer seguridad energética con visión de futuro y de mitigación del
cambio climático; PEMEX debe
transformarse en una industria de la energía, CFE debe ser el vehículo fundamental para una transición decidida
hacia las energías renovables, y el sector
privado debe invertir decididamente en energía renovable y en la eficiencia
energética de todos sus procesos económicos a fin de disminuir su huella de
carbono.
Con estos
cambios, nuestro país será reconocido a nivel internacional como un actor
importante en el escenario energético global, como uno de los casos exitosos en
la transición a un modelo sustentable y alineado con los retos que enfrenta el
cambio climático. Estamos en el momento adecuado y tenemos las condiciones
apropiadas, no desaprovechemos esta valiosa oportunidad.
Adrián Fernández Bremauntz es Doctor en Ciencias Ambientales por el Colegio Imperial de Ciencia, Tecnología y Medicina de Londres, Inglaterra y miembro de la Iniciativa Mexicana para las Energías Renovables (IMERE). adrian.fernandez@climateworks.org
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